La neurobiología de la intuición y la ciencia que la estudia nos indican que su uso es ahora más importante que nunca. En un mundo a instantes caótico y complejo, saber escuchar esa voz interna nos puede ayudar a tomar decisiones más acertadas.
La neurobiología de la intuición existe y nos revela algo muy interesante: gran parte de nuestras decisiones las tomamos basándonos en esas corazonadas. Al fin y al cabo, no es más que esa voz interna que está en contacto con nuestra identidad y con la esencia de todo lo vivido, sentido y experimentado. Así, al darle espacio a nuestro lado intuitivo, facilitamos una herramienta de gran valor.
Admitámoslo, la intuición nos conduce a menudo a reinos invisibles, a conectarnos con un lado de nosotros mismos que opera en los recovecos más profundos del subconsciente. A veces, nos es tan extraña que es común llegar a pensar que esta dimensión tiene poco de científico, que al carecer de lógica entra más bien en el ámbito de lo místico. Sin embargo, asumir esto es un error.
La intuición es nuestro sexto sentido y, como tal, esta dimensión cuenta con amplia literatura científica. Tenemos libros tan interesantes como Educar la intuición de Robin M. Hogarth o Inteligencia Intuitiva de Malcolm Gladwell. En estos trabajos, al igual que en otros tantos que recogen datos contrastados, nos recuerdan la importancia de este tipo de recurso, el cual, nos ayuda a complementar el pensamiento analítico.
Es más, investigadores médicos como Jonas Salk, quien fue conocido en su día por desarrollar la vacuna contra la polio, escribió un interesante trabajo en 1983 titulado Merging of Intuition and Reason, en el que hablaba de la necesidad de tener presente nuestro sexto sentido en el día a día. Todos necesitamos de esa voz interna para ayudarnos a tomar decisiones más acertadas.
“La única cosa realmente valiosa es la intuición”. -Albert Einstein-
¿Qué nos dice la neurobiología de la intuición?
En primer lugar, la neurobiología de la intuición nos señala que estos procesos mentales no proceden de la imaginación humana. Tienen en realidad un correlato neurológico. Fue el doctor Keiji Tanaka del Instituto de Ciencias del Cerebro RIKEN quien llevó a cabo un interesante estudio para intentar dar respuestas sobre cómo se articula a nivel cerebral el sexto sentido.
Para ello, usó como sujetos experimentales a unos hábiles jugadores deshogi. Se trata de un juego de estrategia muy similar al ajedrez, en el cual, las personas más hábiles recurren de manera brillante a la intuición para realizar asombrosas jugadas. El doctor Tanaka, realizó además una serie de resonancias magnéticas a este grupo de personas para ver qué áreas cerebrales se utilizaban en mayor grado.
El precúneo
Dentro de la neurobiología de la intuición, pudo verse que el área que más se iluminaba era el precúneo. Se trata de una pequeña parte del lóbulo parietal superior que, a su vez, se halla situada justo en medio de ambos hemisferios cerebrales.
El precúneo, además, se relaciona con la memoria episódica, el procesamiento visuoespacial y lo que es más interesante, con nuestra conciencia.
La corteza prefrontal ventromedial
Otra área interesante que se activa cuando hacemos uso de esas respuestas más intuitivas es la corteza prefrontal ventromedial. Esta es, sin duda, una estructura muy relevante. ¿La razón? En ella se almacena información sobre recompensas pasadas, así como el peso de errores sufridos o hechos que deberíamos evitar para no sufrir consecuencias desagradables.
Fue, de hecho, el célebre neurocientífico Antonio Damasio, quien determinó la importante de esta área en nuestra toma de decisiones. Lo más destacable de esa área es que nos anima a emitir respuestas en base a emociones.
Para entenderlo mejor pondremos un ejemplo. Conocemos a alguien en una fiesta, alguien que nos invita después a ir a su casa.
La corteza prefrontal ventromedial puede hacer una análisis rápido basándose en experiencias pasadas. Puede que el carácter, aspecto, modo de hablar de esa persona nos cause desconfianza, porque nos recuerde a otra cuyos desenlaces, no fueron buenos.
Por tanto, esta estructura emitirá una emoción de alarma para darnos un toque de atención. Ese será el modo en que la voz de la intuición se haga presente en nuestra mente consciente.
Ahora bien, una vez escuchada esa voz interna, tenemos dos opciones. Hacerle caso o bien, pasar esa sensación por el filtro del pensamiento más analítico para hacer una evaluación más minuciosa.
El núcleo caudado
Los estudios científicos sobre la neurobiología de la intuición nos hablan también del núcleo caudado. Esta estructura forma parte de los ganglios basales, unas áreas vinculadas a procesos del aprendizaje, de nuestros hábitos y de los comportamientos más automáticos.
El núcleo caudado, por tanto, facilita ese impulso al sexto sentido para ayudarnos a tomar decisiones rápidas y casi automáticas basadas en experiencias o aprendizajes previos.
“No permitas que el ruido de las opiniones ajenas silencie tu voz interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje de hacer lo que te dicten tu corazón y tu intuición. De algún modo, ya sabes aquello en lo que realmente quieres convertirte”. -Daniel Goleman-
De este modo, y como podemos ver con todos estos datos, queda poco espacio para sospechar que dichos procesos respondan a la mera imaginación o a la casualidad. La intuición no solo tiene unos correlatos neuronales; parte de nuestra experiencia, se nutre de la esencia de nuestra personalidad y de ese arcón del subconsciente donde duerme la esencia de nuestro ser.
Hablar de corazonadas no es hablar de pseudociencia, en realidad, es hacer uso de ese mecanismo que tanto ha definido al ser humano, sin importar su género o su cultura. Reflexionemos en ello, atendamos siempre esa voz interna complementándola con el pensamiento analítico.
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