¿Alguna vez te han dicho que deberías madurar o te han hablado sobre la importancia de la madurez? Es muy probable que sí, pero ¿qué significa madurar? ¿Es algo que llega automáticamente a cierta edad? ¿Es tener un trabajo estable, o casarte y tener hijos, o vestirte con ropa formal?
En realidad, la edad tiene poco o nada que ver con la madurez, pues puede haber personas jóvenes que actúan de forma muy madura, mientras que adultos que les duplican la edad se comportan y reaccionan como niños malcriados.
Entonces, más allá de la edad, la apariencia y el estado civil, madurar es una cuestión de la actitud que asumes ante la vida, ante los demás y ante ti mismo, y en pocas palabras es saber hacerte responsable de ti, de tu vida, tus decisiones y tu felicidad, y al mismo tiempo respetar todo eso en los demás, aunque lo que hagan o decidan no vaya de acuerdo con tu forma de pensar.
Una de las principales cualidades de las personas maduras es la paciencia; saben esperar y no actúan precipitadamente o por impulso. Miran el mundo que les rodea y aprenden de él. Nunca se apresuran a sacar conclusiones sobre nada, sino que aumentan su conciencia con base en sus propias experiencias y en las que los demás les comparten.
Las personas maduras reconocen sus elecciones, incluso aquellas equivocadas. Saben muy bien que no tiene sentido huir de una decisión tomada, independientemente de su resultado. Esto se debe a que son conscientes de que fracasar no es algo de lo que deban avergonzarse, sino una oportunidad para obtener un aprendizaje.
Y aunque no todas las personas son 100% maduras todo el tiempo ni en todos los entornos o circunstancias, los siguientes rasgos te ayudan a identificar a una persona que actúa con madurez, y también te permiten saber qué tan maduro eres tú:
Las personas maduras son conscientes de que no lo saben todo y por lo mismo siempre tienen la apertura de aprender y experimentar cosas nuevas.
Escuchan más y hablan menos, y siempre piensan antes de hablar o actuar.
Muestran empatía hacia los demás, en lugar de permanecer absortos sólo en sí mismos y su propia conveniencia.
No se toman todo personal, de modo que no se ofenden fácilmente ni sienten la necesidad de defenderse o excusarse.
Son agradecidos y amables, y en lugar de sólo quejarse, buscan solucionar lo que les molesta o desagrada, para empezar, en su propia vida.
Asumen la responsabilidad de su propia salud, felicidad y situación financiera; no dependen de otros para alcanzarlas y mantenerlas, y tampoco culpan a sus circunstancias por lo que ocurre en sus vidas.
Saben perdonar y ser compasivos consigo mismos y con los demás.
Se comportan de forma tranquila y pacífica, saben manejar sus emociones y no suelen mostrarse desesperados, frenéticos o irracionales.
Muestran flexibilidad y apertura, en lugar de resistirse a los cambios, pretender controlarlo todo o reaccionar de forma irracional. Tienen un equilibrio entre mente y corazón.
Brindan su ayuda desinteresadamente, no sólo cuando saben que obtendrán un beneficio por hacerlo.
Saben alegrarse por el éxito de otra persona, sin envidias ni críticas negativas. Además, dan su aliento y apoyo a los demás para que alcancen sus metas.
Respetan el punto de vista, las creencias y la forma de vida de los otros, sin juzgarlos o menospreciarlos y sin pretender hacerlos cambiar.
Tienen una autoestima y un amor propio sólidos, de modo que no necesitan alardear ni ser adulados, pues saben lo que valen y se hacen respetar mediante sus acciones.
Viven y dejan vivir. Defienden la equidad y la justicia para sí mismos y para los demás.
No se aferran ni a las personas, ni a las situaciones, ni a las posesiones materiales; saben poner en práctica el desapego y dejan ir aquello que ya no aporta nada positivo a sus vidas.
¿Qué otros rasgos consideras que caracterizan a las personas maduras? ¿Crees que tú eres una de ellas?
Si además tienes dudas de cómo hablar de este tema en familia no dudes en contactarme:
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