La tolerancia suele ser vista como una actitud, capacidad o incluso un valor. En general, es un concepto que tiene muchos matices, pues mientras para algunos es un acto de sumisión y para otros un acto de respeto, pero ¿hasta qué punto debemos ser tolerantes? ¿Existe un límite sano entre lo que debemos aceptar sin entrar en conflicto?.
Antes la palabra tolerancia hacía referencia a soportar o aguantar, por lo que, en su origen, venía a significar que, aunque algo no nos encaje mental o emocionalmente, no hay otra solución más que admitirlo y aceptarlo. Sin embargo, en los últimos años este concepto se acerca más al de consideración y al de aceptación.
¿Por qué toleramos?
La razón predominante es eludir un conflicto, tanto si hablamos de tolerancia social como de tolerancia individual. Es una forma que hemos encontrado para decir: “No lo entiendo o no lo comparto, pero lo acepto”; dicho de este modo, parece ser una negociación entre nuestros valores y pensamiento, porque parece que al tolerar no le pedimos al otro que mueva su pieza, sino que nos rendimos y, de una u otra manera, asociamos la tolerancia a perder.
No obstante, recuerda que ser verdaderamente tolerante no es ser apático y resignarse a aceptar, sino a profundizar en entender las razones que nos llevan a ese movimiento para así comprender de manera consciente nuestro pensamiento y nuestros límites, lo cual nos lleva a un análisis profundo de las situaciones o acciones que en un primer momento producen rechazo. Esta reflexión activa, emocional y cognitiva nos hace individuos más equilibrados, menos impulsivos y más comprensivos.
La intolerancia no solo es una postura enmarcada por nuestros conocimientos o la falta de ellos, pues también existe un componente más visceral: el miedo a lo desconocido. Se trata de nuestro instinto intentando conservar nuestros principios o nuestras creencias arquetípicas, mismo que nos lleva a rechazar atrocidades; podría decirse que ser intolerante no es siempre sinónimo a ser terco o testarudo.
¿Existe un límite?
Tolerar puede estar ligado a coexistir y a tener flexibilidad, pero también podría verse como sumisión y pasividad; aunque nuestra sociedad ha aprendido a reconocer en la diversidad la riqueza, como individuos todos tenemos un punto en el que podemos ser inflexibles por derecho.
Nuestra evolución nos ha hecho mantener una alerta por si hay peligro. Desgraciadamente, esa misma alerta a lo largo de la historia ha generado segregación, discriminación y fobias, pues el intentar salir de una postura o creencia, o intentar entender otra postura diferente, es un proceso por el cual nuestro cerebro reptil debe ceder espacio a la crítica y el razonamiento, de modo que nuestras emociones primarias, como el miedo, den paso a la aceptación y la comprensión.
Para que este proceso sea equilibrado debe existir una relación de igualdad entre las partes: si alguna de ellas simplemente se somete, entonces no es tolerancia. Las costumbres, los estereotipos o los hábitos nos aportan los límites de la rigidez mental y emocional y es ahí donde debe producirse la introspección sincera, lo cual permite a ambas partes conocer su sistema de valores y comprenderse en igualdad de condiciones.
El sufrimiento (propio y ajeno) podría ser el punto de partida para encontrar el límite sano de la tolerancia y la intolerancia. Podríamos generar un espacio en donde reflexionemos acerca de las razones que nos llevan a aceptar o rechazar una situación, una acción o una creencia. Si necesitas ayuda para entender qué es lo que está pasando, puedes contactarme por Whatsapp al 2226634888.
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